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martes, 25 de marzo de 2008

Suscribo lo dicho

Pues eso, que suscribo plenamente lo que se dice en este post del blog de Francisco Rubiales.

No digo nada nuevo, pues es bien conocida mi opinión acerca de la presunta labor informativa de los periodistas.

Saludetes

http://www.votoenblanco.com/index.php?action=article&numero=2277

domingo, 23 de marzo de 2008

Como un loro entre palomas


Comentaba hace unas noches con Marcos que, muchas veces, cuando hablo con algunas personas, me siento como un marciano. Noto por su forma de gesticular y de moverse (o de no moverse) que lo que les digo les suena a chino, que es como si les hablara un marciano. Me oyen, pero no me escuchan. En cuanto mi mensaje rebasa la barrera de comentar el último videojuego, alguna película, o alguna intervención del famosete de turno protagonista de la crónica social semanal, me doy cuenta como aquel no llega. No sé si el "problema" es de mis interlocutores o propio, pero lo que sí se es que quizá se deba a que soy muy distinto de la gente que me rodea. No mejor ni peor, pero sí distinto. Me siento como un marciano; como un loro entre palomas.

Desde hace ya unos años, he comprendido que mis sucesivas inadaptaciones tienen un claro orígen. Soy diferente. Ojo, no digo que único, maravilloso o especial. Quién quiera ver vanidad o una proclama a mis cualidades, se ha equivocado de post y de persona. Simplemente quiero decir que soy distinto de los que me rodean; posiblemente tenga muchos iguales, pero no están en mi círculo.

Desde hace dos años que he ido constatando poco a poco los motivos, como decía, de mis sucesivas inadaptaciones. Creo que son bien sencillos:

Desde siempre, los asuntos que a mí me interesaban no le interesaban a nadie más. De ahí que mis conversaciones nunca fueran plenas, mis amistades las suficientes; la soledad del pensamiento ha sido el compañero más habitual, pues si pretendes dialogar con alguien de algo que no comprende porque no le interesa la cuestión debatida, enseguida percibes como tal diálogo es imposible. Mis intereses dispares no sólo han sido los del objeto de los debates, sino también el de mis aficiones. Hasta bien entrada en la veintena que no conocí amantes de la música de cine en mi ciudad. Lo terrible no es ya no encontrar gente afín, sino encima ser objeto de incomprensión y de desprecio por no tener gustos similares a los de la masa.

En el ámbito familiar, la cosa no ha sido distinta: jamás he podido hablar de lo que a mí me interesa con nadie. Siempre que lo he intentado esa sensación de ser un marciano para el receptor inunda mi oratoria. También, por supuesto, ha estado el hecho de que los méritos y las ganancias por las que luchar han sido compartidas. A mí me hace feliz hacer una exposición excelente sobre sustitución de la pena en mi clase; me ilusiona que una profesora piense en mí para presentar un escrito mío a concurso. Me siento valorado y con posibilidades de futuro dentro del ámbito universitario. En mi familia, jamás me sentiré más que ese chico conflictivo que discutió con todos y por todo. Jamás he conseguido sentirme parte de algo, quizá porque no soy parte de esos algo. Hasta hoy, sólo con una persona he conocido la comunión de las ideas y del espíritu; el poder sentirme libre con plenitud para ser yo mismo y mostrarme al mundo tal cual, con mis virtudes y con mis defectos. Más allá, hay quién por lo menos no me juzga, a los que estoy también agradecido por ver más allá de estrambóticas exposiciones y de conflictos presentes para fijarse en la persona que hay bajo todo eso.

Este pesar lo expreso en este blog, no para que los demás la compartan, o para que tomen nota de lo dicho. Es él el elegido para escuchar mis lamentos porque no replica, ni ansía comprender lo dicho. Simplemente escucha. En silencio. Es alguien a quién no le importa lo que me gusta, los temas que me interesan, o las metas de mi vida, todas y todos ellos alejadas y alejados de los comunes, y por supuesto, de las de mi círculo de amigos y, sobre todo, familiares. Aquí, puedo cantar al viento la tristeza de no poder ser yo, porque serlo puede ser aburrido o pesado para algunos; porque puede ser tantas y tantas cosas...

Desde aquí, visualizo ya y también otro pesar, el de la desilusión. Pensar que eso cambiará, o lo más importante, que puedo hacer algo para cambiarlo, ha resultado ser una ilusión optimista de quién esto escribe. Sucesivos intentos de defender mis ideas y mis posiciones, y sobre todo, de tratar de hacer algo por los cercanos, han sido fallidos, y, es más, perjudiciales para mí. Seguro que para muchos es un ejercicio más de prepotencia y de creerme superior, pero siempre tengo la convicción de quién así responde, es el tenedor del problema, no quién pretende hacer lo correcto. Pero, en todo caso, mi paciencia y comprensión han tocado a su fin.

Este blog ha servido y servirá para que yo expresara mis ideas y mis pensamientos que nada intresaban a quienes estaban cerca de mí; he buscado en la distancia y en el anonimato de la red a mis hermanos, a los que son como yo. Porque no nos engañemos. Sé que no tengo amigos y soy un ser solitario y triste. Quizá no tenga mucho por lo que vivir, pero vivo para tenerlo, porque no creo merecerlo menos. Quién me ha dado la oportunidad de presentarme, y conocerme, ahora es feliz a mi lado. Quién no, simplemente no está. Pero no voy a rendirme. Algún día, esta sensación desaparecerá, y entonces, cual Conde de Montecristo, vendré a cobrarme mis deudas.

Quién me quiera, que me aguante. Quién no, simplemente que me deje en paz.

Me hacen sentir como un marciano; así pues, lo propio es que viva como tal. Ajeno a quienes no quieren comprenderme.

Saludetes

Pd: Como dice Luis, soy un loro entre palomas; pero yo tengo el pan. XD

jueves, 13 de marzo de 2008

La importancia de llamarse Ernesto

En un día soleado como el que hoy nos abandona por el horizonte de Castellón, y a pesar del título de este post, no hablaré de Oscar Wilde, aunque sin duda su prosa sería digna de comentario en este apartado rincón. Lo que voy a hacer es un ejercicio más de pedagogía, venciendo por el camino mis fuertes dolores estomacales, abdominales y esofágicos que nada bueno auguran; me entran ganas de enseñar y de pensar que hago algo por el ajeno cuando mi cuerpo se derrota a sí mismo de manera traicionera y vulgar, como si anima y corpus fueran beligerantes contendientes.

El tema de hoy, escuchada mi queja al viento, es sobre la cuestión referida a la importancia de llamar "Matrimonio" a la unión de parejas homosexuales. Para ello, primero daré unas nociones básicas sobre la institución del matrimonio, en forma de preguntas que cualquiera pueda hacerse, para, a continuación, hacer mi valoración al respecto. Quién ya conozca los detalles acerca de esta singular figura, puede omitir los primeros párrafos, si así lo desea. En todo caso, allá voy.

¿Es el matrimonio una figura de orígen religioso?

La respuesta es no. El matrimonio, entendido como unión de hombre y mujer (sin más) es algo que surge en multitud de sociedades pre-romanas, variando los ritos y las condiciones de los mismos. La figura del matrimonio actual tiene su precedente en Roma, pues es en esta sociedad donde surge como contrato inmerso dentro del ius civile o derecho civil; es de Roma de donde vienen la mayor parte de figuras jurídicas civiles actuales. En el derecho romano, el matrimonio es un contrato entre dos personas por el cual unen su vida "sentimental" y "material", siendo relevantes los efectos patrimoniales e irrelevantes los espirituales. El matrimonio no nace de los Dioses ni para contentar a estos, atendiendo a la forma de divorcio y ruptura matrimonial usual en Roma: el abandono del hogar; con tal que uno de los cónyuges abandonara el hogar marital, el matrimonio quedaba disuelto. Sólo separado de cualquier mandamiento divino puede entenderse la fácil ruptura de esta institución, que queda, como hemos dicho, como una forma contractual.

¿Es el matrimonio una institución invariable en el tiempo?

De nuevo la respuesta es, con rotunda claridad, no. Con insistencia, la Iglesia Católica y el Foro de la Familia han utilizado el matrimonio como si fuera un patrimonio privado, esto es, una institución que les pertenece. Desmantelado este argumento (sin todavía entrar a valorar la conveniencia o no de llamarle tal cosa a la unión entre homosexuales), el siguiente en la lista de "los más usados" es que el matrimonio responde a una configuración histórica que se ve alterada radicalmente tras la legalización de este tipo de uniones, entendemos que para peor, interpretando las palabras de dirigentes de ambas formaciones. Tal apreciación es una media verdad, en razón de: Es en parte cierta porque la variación que ha devenido en esta reforma no se había producido anteriormente; la base matrimonial siempre había sido la unión entre el hombre y la mujer. Sin embargo, es en parte falsa, porque aún constatando ese hecho como cierto, esa no puede ni debe de ser razón para su crítica. Me explico con más detalle: el matrimonio, como institución, ha cambiado desde su orígen, pero esos cambios no son buenos o malos porque son cambios. Serán positivos o negativos de acuerdo a la naturaleza de los cambios. Esto implica que el mero hecho de que la figura cambie no puede ser motivo de escarnio, no al menos sin el ulterior y necesario análisis de conveniencia, oportunidad, y técnica jurídica de la unión entre personas del mismo sexo.
El matrimonio ha ido cambiando desde Roma: la apropiación de la institución por el catolicismo lo muta y lo convierte en indisoluble; su función protectora del núcleo familiar y proyector del ánimo reproductivo va cambiando durante los siglos, hasta llegar al SXX, en el que pierde buena medida de esa función; las relaciones entre los cónyuges también han ido evolucionando. De ahí que me reafirme que dar un paso más en esa dirección no debe de ser negativo por lo revolucionario del cambio (el divorcio también lo fue en su momento, y aquí seguimos), sino, si se diera el caso, por el contenido de ese cambio, que lleve a destruir la esencia misma de la institución, a vaciarla de su contenido.

¿Supone el matrimonio entre homosexuales un ataque a la familia?

Entendiendo "ataque" como lo ha manifestado el Foro de la Familia, esto es, como una disminución de derechos por parte d ela familia tradicional, dentro del campo de batalla jurídico, la respuesta, debe ser, también, no. Sería otro debate si este tipo de uniones es molesto moralmente por, presuntamente, mancillar el nombre de la institución, al darle un contenido distinto del tradicional. Pero el que nos ocupa se zanja con claridad, resumiendo la cuestión del siguiente modo: la reforma analizada no rebaja los derechos de nadie que pretenda casarse para otorgárselos a los homosexuales; no se rebajan las ayudas económicas a la familia, el derecho de los padres a tener hijos y no se obliga a nadie a contraer matrimonio con otro de su mismo sexo. Así pues, poniendo en una balanza las cargas y derechos que antes soportaban y ejercían las familias tradicionales, el resultado se observa el mismo. No hay cambios. Tan sólo se permite a quién antes no podía hacerlo contraer matrimonio.

Tampoco es razonable el argumento, a mi juicio, que consiste en construir una imagen del matrimonio homosexual de inutilidad y no necesariedad, en atención al presunto escaso número de uniones realizadas desde su aprobación, y, también, y el más patético de los argumentos, en atención a la cuestión teleológica de la institución, la unión entre hombre y mujer para formar una familia, procreando y asegurando la supervivencia de la especie. No hará falta que sea yo quién señale que eso supondría deslegitimar, por falta del requisito del fin para el que fue constituido, todo matrimonio que no goce de descendencia. También irrisorio es pretender que un derecho ejercido por pocos ciudadanos desde un punto de vista estadístico sea motivo de su supresión. "Si llegado un día, en España sólo hay un millón de minusválidos, retiremos las pensiones a los mismos, porque indudablemente son pocos" es lo que podría pensarse haciendo una analogía simple.

¿Cuál es, pues, el objeto de debate?

Visto lo anterior, espero que al menos los lectores de este blog sepan positivamente y con meridiana claridad que el debate -matrimonio gay sí-matrimonio gay no- no puede girar entorno a las preguntas anteriores, pues todas ellas tienen respuestas con un contenido objetivamente claro, que sólo se nubla cuando las artes manipuladoras de los interesados ejercen su malvada influencia sobre aquellas. Entonces, la pregunta siguiente, en buena lid, debe ser ¿Cuál es el objeto de debate? Esto es, ¿qué se discute para valorar si el matrimonio homosexual debe existir o no?.

Formalmente, y desde la voz que asoma desde la gruta del Foro de la Familia y de la jerarquía católica, parece ser que no es una discusión de contenido. Según nos dicen, están de acuerdo con que las parejas homosexuales puedan unirse legalmente (religiosamente no, como es obvio) y que esa unión refleje unos derechos inherentes a la misma, de carácter análogo o igual a los contenidos en la institución del matrimonio, a excepción del derecho de adopción, cuestión que por pertenecer a otro debate, aparco.

Escuchado lo anterior, y estando de acuerdo prácticamente en todo en cuanto al contenido material de la institución, se puede deducir que la discrepancia, entonces, está en lo formal, más en concreto, en el nombre. Dicen los que no están a favor del matrimonio gay que es terriblemente injusto y desafortunado llamar por igual a lo que es distinto, sacando a paseo las diferencias que antes hemos señalado. Ya tenemos, más o menos perfiladas, las cuestiones acerca del debate. Ahora, mi opinión.

Lo que Graimito dice al respecto

Graimito, es decir, yo mismo, se ha formado una opinión, escuchando durante bastante tiempo a unos y a otros, a los que están a favor y en contra de tal nomenclatura. Aunque pudiera parecer lo contrario, he valorado todos los criterios con imparcialidad, pues pienso que esta es una cuestión jurídica, y no de naturaleza moral, como muchos, equivocadamente, han dejado entrever en sus afirmaciones. Mi respuesta, basada en que los argumentos jurídicos de quienes están en contra del nombre "matrimonio" no son en absoluto adecuados, por no decir ya ciertos, se decanta inescrutablemente por quienes apoyan esta institución. Decantada la razón jurídica en las primeras cuestiones, ya sólo queda la cuestión del nombre.

En el Foro de la Familia, decíamos, protestan airadamente por que se llame igual a lo que es distinto. Yo respondería igualmente a los mismos: ¿por qué quereis llamar distinto a lo que es igual?. He aquí un ejercicio de pedagogía más. ¿Qué hace a algo? O dicho en otros términos más pedestres, ¿qué es lo que hace que algo sea lo que es? ¿La base o el matiz?. En un ejemplo: El queso de Gruyere tiene agujeros, y el queso de bola no, pero ¿Acaso no siguen siendo queso? ¿Podemos decir que alguno de los dos no es queso? Son distintos, sí, con sus matices, pero siguen siendo lo mismo, porque lo que les une es mayor que lo que les separa. Pues algo así sucede con el matrimonio homosexual. No deja de ser un matrimonio, aunque cambien los sujetos.

Sólo, en mi perversa mente, se pergeña una idea, a la luz de lo expuesto, que pueda dar soporte a la distinción nominal: lo políticamente correcto. Concretando, y siempre recordando que ahora sí hablo opinando, tengo la impresión de que quienes apoyan tales manifestaciones desean discriminar al homosexual, pero se encuentran con un mayoritario rechazo social, al menos en público, fruto de lo políticamente correcto. Así, en lugar de exigir la discriminación y represión expresa de este grupo de personas, buscan formas de marginalidad encubierta, como por ejemplo, un nombre. Sirva esto a modo de ejemplo: A nadie se le ocurriría decir que, aunque se les reconozcan los mismos derechos, no se llame "personas" a las mismas de raza negra, pues son distintas de los blancos. Sería una grave discriminación, aunque fuera por razón del nombre, que recordaría que lo mismo, si lo ostenta un no igual, ya no es lo mismo. Esto supone exactamente lo mismo. En ocasiones, el nombre también importa. En ocasiones, el nombre también tiene importancia.

La importancia de llamarse Ernesto.

Saludos a todos.

jueves, 6 de marzo de 2008

Respuesta a la invocación

Oscar Xiberta, amiguete al que tengo ocasión de ver cada año en el Congreso de Música de Cine de Úbeda, y comentarista de este blog, me "invocó" en su myspace el 22 de febrero, para que siguiera una "cadena". Aún con tardanza, aquí está mi respuesta. Pero antes, aprovecharé sus propias palabras (que suscribo plenamente, hasta cuando repudia las "cadenas" usuales) para explicar cómo es la cadena y en qué consiste. Con tu, permiso, Oscar, procedo:

Antes de nada, decir que yo odio las cadenas esas del tipo "te hago ver una presentación supersensiblera de power point en la que te cuento el valor de la amistad, buenos deseos, una historia de desgracias, de superación, etc... y al final te digo que si no lo reenvías a (n+1) amigos te caerá un piano de cola encima o te quedarás sin amigos". Me joroba el chantaje emocional en cualquiera de sus maneras, incluída la electrónica.

En fin, este comentario no viene mucho al caso porque la cadena en la que estoy inmiscuído es de lo más simpática y entretenida. Se trata de contestar a unas sencillas preguntas de test (¿oooootro test más? ¡pues no!) pero con la originalidad de que las respuestas sólo pueden ser títulos de canciones de un grupo/cantante que elijas. Después de hacerlo, deberás "invocar" a cuatro personas para que hagan lo mismo.


Así que nada, en esas estoy. En este caso, yo voy a utilizar a un compositor de música de cine, querido Oscar, pues ando escaso de referencias en lo que toca a la llamada "música normal", además de The Beatles, Blur, y Joan Manuel Serrat. El elegido por mí, como no podría ser de otra manera es el gran Danny Elfman. Allá voy:

1) ¿Eres hombre o mujer? Edward The Barber (de Eduardo Manostijeras)

2) Descríbete. Roasted Dude (de Batman)

3) ¿Qué sienten las personas acerca de ti? Descent into Mystery (de Batman)

4) Describe tu anterior relación. The Flash Main Titles (de Flash T.V. Series)

5) Describe tu actual relación. Ice Dance (de Eduardo Manostijeras)

6) ¿Dónde quisieras estar ahora? The Lair (de Batman Returns)

7) ¿Cómo eres respecto al amor? Wild Ride (de Batman Returns)

8) ¿Cómo es tu vida? Batman Vs. The Circus (de Batman Returns)

9) ¿Qué pedirías si tuvieras un solo deseo? Change of life (de Wisdom)

10) Una frase sabia. At long last, love (de Spider-Man 2)



miércoles, 5 de marzo de 2008

Así, no

Saludos a todos

En las últimas horas, e incluso días, he vuelto a tener la sensación de que no comprendo, ni creo que logre hacerlo, el mundo en el que vivo. Ya no es sólo el descontento general de quién se ve nadando a contracorriente de su entorno, sino el que genera observar que no es sólo aquel el que se esfuerza en arrastrarme; es el "mundo" entero, la masa, lo general, lo que ostenta el poder de conferir el adjetivo designador de la normalidad.

Para empezar, me ha asombrado que tras el debate electoral del lunes, y con tantos y tantos periodistas contándonos qué vimos, y narrándonos lo que ya sabemos como si nunca hubieramos "estado" allí, a ninguno de ellos le haya llamado la atención las promesas y afirmaciones falsas (no una mentira integral, pero sí media verdad) que con intención torticera han espetado ambos candidatos. Parece mentira que ningún medio de comunicación haya reparado en que ZP dijo que bajo su mandato había crecido el número de usuarios de banda ancha, como si fuera un mérito suyo, propio, y por el que deba recibir el aplauso. Igualmente sorprendente es que permitan decir a candidatos a Presidente que ellos "crearán empleo", cual divinidad omnipotente, guardiana y servida por los monjes del INEM, capaz de crear de la nada puestos de trabajo a su imagen y semejanza, y descansar el séptimo día. Seguro, y pongo la mano en el fuego, que mucha gente que no se para a pensar bien estas últimas afirmaciones, recibe el mensaje y lo asimila, afianzando su intención a la hora de votar. Lo que debería ser exigible a nuestros líderes es que no jugaran con las intenciones, deseos, y expectativas, como si de un muñeco roto se tratara. Es completamente falso que el Estado, o cualquier otra Administración Pública pueda "crear" empleo, salvo el que proporciona a sus funcionarios, y, permitidme la osadía, pero no creo que ninguno de la famosa pareja del circo romano que fue el debate emitan 2.000.000 de nuevas plazas funcionariales. Lo propio sería que el candidato de turno explicara sus planes , a modo de ejemplo figurativo, tal que así: "trataré de abaratar los costes de las empresas rebajando impuestos a las mismas o incentivando la contratación (pagándoles , o no cobrándoles, por ello) para que así les vaya bien el negocio, y a resultas, contraten más personal; si les fuera mal, como lo primero que hacen las empresas es reducir trabajadores, aumentaría el paro. Así que lo que haré es eso, dar dinero a las empresas para luego, si tenemos suerte, contraten a gente, con lo que estimamos que, a lo mejor y sin asegurarlo, habrá 2.000.000 de puestos de trabajo más. Tampoco aseguramos las condiciones laborales del puesto".

La apariencia es sinónimo de ciencia en la España de hoy, y amanece porque el gallo cante y no al revés; la inmundicia de la palabra se confunde con el dramatismo de los hechos; poder decir algo se confunde con poder hacerlo. Difícilmente un líder, sea quién sea, podrá solucionar los problemas de los demás si no sabe siquiera qué y qué no puede hacer, esto es, sobre que temas es el que decide y sobre los que no. La falacia se lleva y está de moda, porque los encargados de darle busca y captura (los periodistas) están embobalicados en su onanismo e infinita sapiencia, amén de su recién descubierta vocación de adivinos y de vocales del pueblo llano. El periodista sabe tan poco de lo que hablan los demás que es incapaz de destapar lo falso, oscuro y maquiavélico del discurso; porque no nos engañemos, hay un toque sibilino entre decir que "yo crearé x puestos de trabajo" a explicar cómo se hace. El argumentario de "eso se dá por supuesto" no me sirve; hay quién no sólo no lo sabe, sino que cree que pinta el palo que le dice "su" candidato. Los efectos secundarios de explicar las cosas frecuentemente es caer mal, pues en este amado país, saber algo es inmediatamente ser prepotente y "pontificar", como un conocido mío de escasa cabellera y carácter arrogante y un tanto pérfido se atrevió a diagnosticar. En este caso, decir que un político de izquierdas va a favorecer a la empresa, puede ser, desde luego, impopular. Eso, en un sistema en el que el político se construye, en lugar de ser y mostrarse en el mercado, para quién le compre quién le quiera, es algo que no quieren permitirse.

Desde luego, no es así como quiero que sea la política de mi país. Así, no.

Tampoco debe de ser así, cambiando de tema, que determinadas actitudes sigan arraigadas en nuestra sociedad, pues son la simiente del amargo fruto que, más tarde o más temprano, nos pone la lágrima en la mejilla. Hablo, en esta ocasión, de la reacción suscitaba por el positivo de alcoholemia que el jugador del Valencia C.F, Ever Banega, dió este fin de semana. El jugador, que iba, obviamente, conduciendo, se saltó un semáforo en rojo, y la Guardia Civil le practicó el test. ¿Reacción de alguno de sus compañeros, como Alexis? Que no pasaba nada, que "es un buen chico", y que "hoy en día, tomándote dos vinitos ya das positivo". Es decir, asistimos ante un ejercicio de irresponsabilidad bestial, en el que un jugador con un coche de gran cilindrada, va borracho concudiendo. Y nadie dice nada. Ese hombre es un asesino en potencia mientras conduce borracho. No importa que sea un buen chico, y que nunca lo haya hecho. ¿Hay que asesinar muchas veces para que a uno le puedan llamar asesino?. Y no me vale decir que dió positivo, pero no "iba mal". Se saltó un semáforo, prueba más que suficiente.

Miremos y pensemos si debemos ser de esos que ríen la gracia a quienes ponen en peligro a ellos y también a nosotros mientras conducen; pensemos en nosotros, o en nuestros hermanos, padres, tíos, sobrinos, y hagamos el ejercicio de imaginar que un conductro en este estado lo mata, lo deja lisiado o vaya usted a saber qué. Le habremos estado riendo "la gracia" todo el tiempo.

Yo no quiero un país donde se aplaude al criminal, porque eso, es ser criminal, se mire por donde se mire. Así, no se hacen las cosas.

Así, no.

Saludetes a todos